
"Mátame, por favor", me suplicabas.
"Mátame, ¿no ves que ya he acabado?"
Y te miraba un niño empezadito
con los ojos de gato, de un insecto,
curiosidad intensa y congelada
a punto de cesar súbitamente
sin dejar rastro.
"Mátame de una vez", me repetías.
Al recordar ya casi lo comprendo.
Auroras persistiendo indiferentes,
paisajes obstinados en sus rocas,
las ciencias con sus ojos y sus nimbos,
la boga sosegada de los cirros,
el agua concretando las cenizas,
el limbo negociando los rastrojos,
la inocuidad total de los sucesos,
de las deudas colgantes de las casas.
Es egoísta la vida como un gato
y apenas deja rastro.
El universo tan ensimismado
y tú pidiendo muerte
y yo como un insecto
de tan niño.
1 comentario:
Llueve, hace frío, pero aún tengo el corazón caliente...
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