Érase una vez un hombre que tuvo tres hijas de un solo redoble de timbal mojado: Fantasía, Cromática y Fuga. De un quejido de trompetas rojas dos niñas más le nacieron, alegres y sonoras como dos triángulos: Mágica y Matemática. Luego vino la noche, mas la arrastró el aire. Demasiadas notas, querida vieja oscura...
Con aquel viento luminoso brotó el hijo de la melena de un felino astuto: Dragón le llamaron las Sibilas, Águila las hadas de los cuentos. El pequeño fue la flor del gineceo marcando el compás con sus once estambres, hasta que regresó la noche sin el viento y se hizo el plomo mudo para todos.
Fue entonces cuando el padre excavó el pozo que hoy estudian con fervor los zapadores. Y allí se refugió con sus cachorros soñando cielo en los inframundos con los topitos blancos, sordos, ciegos, visionarios, esperando a que cesara el silencio para seguir cantando sus hermosos nombres.
La fuga de la descomunal 'Hammerklavier' (1818), o cómo la severidad de la forma arcaizante se proyecta hacia el futuro como una penúltima lección a las vanguardias por venir. Música inconcebible, concebida por un sordo. Un hombre, este sí. El más noble, el más valiente, el que robó el fuego de los dioses. Prometeo, Ludwig van, el pequeño Español Negro.
El piano que da título a la sonata, un robusto prototipo regalado al compositor por su constructor inglés, Broadwood, acabó años más tarde en casa de Franz Liszt. El húngaro, a la sazón mejor pianista del mundo (él demostraría que esta sonata era "ejecutable"), atesoró pero nunca tocó este legendario instrumento: "No soy digno de posar mis manos sobre las teclas que pulsaba el maestro".
Sonata nº 29 en si bemol mayor, op. 106, 'Große Sonate für das Hammerklavier'. (Alfred Brendel)
Yo no lo creo, nada hay que lo pruebe y todos los indicios están en contra. El llamado Wolfgang Amadeus Mozart bien pudo ser un avatar del Ángel Caído, una anomalía benéfica que Dios consintió desprevenido antes de estampar de nuevo a Lucifer contra la Tierra.
Concierto para piano nº 27 en si bemol mayor, KV 595, III mov. (Aleksandar Madžar. Royal Philharmonic Orchestra, A. Previn)
“Tres no es tan par como dos.” (ARISTÓTELES, Metafísica)
Tú, que eres uno e impar, has de saber que cuando te emparejas, nada hay más seguro que buscar la compañía de terceros para volver a gozar o a padecer de tu vieja soledad de isótopo inestable.
Por lo demás, esta frase de la 'Metafísica' deja claro por qué Aristóteles se convirtió en la lumbrera oficial de Occidente.
Una mosca vuela en el pasillo. Su vuelo desafía la inercia, insistiendo en una trayectoria paralelepípeda que le obliga a unos giros imposibles, de tan rectos, para nuestra aún modesta tecnología aeronáutica. Tras unos minutos de observación hipnótica, no me cabe duda de que la mosca es una nave. Con toda probabilidad, de origen extraterrestre, quizá impulsada por neutrinos u otras bolitas rápidas y respetuosas con el medio ambiente.
He de reconocer que aún no tengo claro quién la tripula o lo que transporta. Me concederé para ello otros cinco minutos. Especulo con que se trate acaso de naves sin piloto, autorreplicantes y tan astutas como para hacerse pasar por criaturas terrícolas hasta completar su misión. Mientras tanto, estos adelantados de su civilización llevan demorándose millones de años tan a gusto aquí en la Tierra, planeta que han colonizado por completo sin necesidad de agredirlo ni agotarlo.
En cuanto a mí, sólo me queda reclamar el honor de haber descubierto el misterio de las moscas y del zumbar perfecto de su motorcillo. El Nobel me espera, justo cuando empezaba a resignarme al anonimato de los insectos ignorados. El mío. Qué caprichoso es el destino de los genios.
PD. La Ciencia afirma que la más compleja organización de materia del universo conocido es el cerebro humano. Sin embargo, hay un aspecto desconcertante y poco comentado en todo esto. Uno se esperaría que la materia eligiera una forma más espectacular para lucir su producto estrella, y resulta que nos viene con esta cosa insulsa, amorfa: un kilo de sesos. La materia a veces es bien hortera. Luego decimos de los yanquis.
La vida es un fenómeno complejo. Visible y sin embargo misteriosa, la vida resulta de la manera peculiar -y al parecer casual- en que se organiza una parte ínfima de la materia conocida del universo. El resto, es decir, casi todo, no es más que mucho fuego y mucha piedra, un paisaje bastante monótono y simplón si se compara con la gracia de las moléculas cuando se estructuran para formar una ameba, un besugo, un limón o una vecina de enfrente.
Pero toda la gracia del mundo no basta para negar lo evidente: la vida no es vital a escala cósmica. De hecho, este avatar de la materia y la energía apenas constituye una singularidad muy restringida, una anomalía sin efecto alguno en el devenir de las estrellas.
La vida (es un decir) se conforma con poco y va a lo suyo. Lo único que pretende es proliferar como sea y donde pueda. Nacimiento, reproducción y muerte: lo demás es puro excipiente, daños y logros colaterales, peripecias insignificantes en la inmensidad del maldito universo y de su monstruoso calendario.
Ahora bien, la vida es paciente y tenaz como una madre nutricia. Así que cabe pensar (pensar…) que, con el transcurrir descuidado de los eones, las galaxias se fueran convirtiendo sin premuras en un suculento caldo de cultivo, la materia orgánica acabara por superar a la inorgánica y toda la esfera celestial se transformara en un jardín. ¿Al fin el Edén? ¿Al fin sólo la nada fuera del Paraíso? Si así fuera, por lo menos el gran absurdo tendría un poco de sentido. Lo sé, no hay carbono suficiente para sembrar tanto erial, pero la vida es un fenómeno complejo, visible y misterioso. Y es tenaz. Mucho.
Soy un hombre anuncio a la deriva, al pairo en la rambla océana de los diluvios, mas no pierdo de vista el equilibrio al compás del columpio abandonado. Los niños han vuelto a las escuelas y yo también estoy contento: no tengo frío, no tengo tabaco, doy más por menos. Hago de tu gata un sayo, de tu gorrita un serón, de tu jardín un piano, de un corazón tu dos de mayo, de nuestros ojos una clepsidra de ámbar para fijar los segundos en los siglos, para sitiarlos hasta que la muerte los libere.
Soy un hombre anuncio cada vez más cerca de alcanzar la perfección, de reinar con alevosía sobre los títeres y las prosopopeyas. Pues cuando me corone hablaré tres lenguas. Callaré otras tres, las de mis padres. Y si hubiere séptima, será una bella lengua muerta larga y húmeda de la que se conserven apenas los gemidos, lo salado, lo insaciable.
Soy un hombre anuncio, soy feliz y si quisiera anunciaría el Apocalipsis sin venir a cuento. Pero yo no revelo: yo reverbero. Será por eso que no tengo frío y que mantengo el ritmo inexplicable de los columpios solitarios.
“Los animales nacieron originariamente en lo húmedo y después los unos de los otros.” (HIPÓLITO, Refutatio)
Los animales, como es sabido, somos todos unos guarros. Ojalá fuéramos briznas de hierba, siempre en abigarrada compañía y, sin embargo, transpirando todas juntas el fresco aroma del rocío, incluso en horas punta. Confiesa: ¿no has temido nunca, embutido de mañana en un vagoncito del Metro, que el altavoz anuncie cordialmente: “Próxima parada, Mauthausen”?
EL BARÇA El FC Barcelona SABE A LO QUE JUEGA. Así que juega a lo que sabe. Por eso, y con sus Messis y Pavones (Messi también es un pavón), empequeñece a los demás equipos. Contra el Barça, todos parecen menos de lo que son, y hasta más bajitos. Véase el Valencia, recuérdese el Sevilla. En el Barça la toca bien hasta el masajista, dicho sea sin ánimo de perturbar el horario infantil. Desde la pretemporada, no ha habido un solo encuentro en que no haya dominado por completo el juego. Además ha ganado casi todos los partidos, pero esto, sin ser poco, no es lo fundamental, a saber: el ánimo, la asunción de su superioridad, la divina proporción al combinar el poderío físico y el virtuosismo de sus jugadores, la existencia de un plan que permite actuar aparentemente de memoria al margen del resultado, del campo, de los futbolistas alineados. La potra de Laporta, la gola de Guardiola.
Larga va siendo la racha del Barcelona, hasta el punto que ahora parece imposible imaginarlo bloqueado, frágil, a remolque. Ahora bien, ya sabemos lo efímera que puede ser la gloria, tanto como las alineaciones de planetas, el nimbo de la luna en un eclipse y la confluencia de factores que hacen posible una magia como la que exhibe esta compañía de ballet contemporáneo sobre los tres cuartos de hectárea verde. Este Barça también se extinguirá en cualquier momento, pero hoy todavía mueve Xavi su varita y una coreografía precisa y deslumbrante despliega alegre su esplendor en la hierba. Los comparsas, a mirar y a cuidarse de que la sobredosis de magia no les deje pasmados y aplaudiendo, árbitro y linieres incluidos.
EL MADRID Algo muy distinto sucede en el Real Madrid: NO SABE A LO QUE JUEGA. Sus futbolistas se hartan a correr como desesperados, que no se diga que no luchan, que carecen de orgullo o de compromiso o de otras mandangas que sólo a veces, pocas, vienen al caso. Pero en el fútbol, por suerte, once maradonas no forman necesariamente un buen equipo (aunque sí un buen cártel colombiano). Para esto, ha de haber una voluntad de equipo y un ambiente de autoestima y confianza que traslade calidades individuales y tácticas colectivas al juego. Lo contrario es la inseguridad, el ansia y la desbandada. Guerra de guerrilas, inoperante y suicida a campo abierto. Raúl, Guti y sus empecinados compinches rendirían más en la actual situación si el fútbol se jugase en una tupida arboleda.
EL ATLETI En cuanto al Club Atlético, nada nuevo bajo el sol: Aguirre SABE A LO QUE NO JUEGA, y el equipo JUEGA A LO QUE NO SABE. Aún así, hace jugadas, que no es lo mismo. Jugadas por activa o por pasiva, pésimas o sublimes. Fiel a su propia dramaturgia más que a las leyes del fútbol (que las hay y modulan la incertidumbre y el azar primordiales), el Atlético se entiende mejor como una compañía de teatro griego. Sobre el campo se desenvuelve siempre pendiente del argumento, del resultado actual, dispuesto a dar un nuevo giro a la trama y que no decaiga. Sin embargo, nadie menos libre, nadie más preso de su destino. Imposible de comprender en términos futbolísticos, el Atleti resulta más inteligible si se lee a Esquilo y se aplican esquemas de análisis literario: de este modo, su peripecia se acaba revelando tan diáfana como la de 'Los siete (los once) contra Tebas'.
EPÍLOGO Esta ha sido la jornada con más dianas (44) desde hacía diez años. Las defensas tiemblan, tres goles de ventaja no son nada. Y la semana que viene, otra ocasión para hacer historia menor: por primera vez en muchos años, superado un tercio de Liga, el Atlético puede adelantar al Real Madrid en la clasificación. Sólo ha de vencer al Betis en casa y que el Barça haga su trabajo. ¿Quién no sospecha lo que va a pasar?
Las graves tensiones políticas que padeció España a principios del siglo XXI a punto estuvieron de provocar un enfrentamiento civil de consecuencias inimaginables. Al final se impuso la cordura, y en el año 2012 un selecto grupo de hombres cabales descendientes directos de los mayas lograron consensuar la refundación del Estado. Habían aprendido la lección: “Café para todos, sí, pero a aquellos señores del fondo que se lo sirvan con una tostada”.
Universal, extemporánea, paradigmática en el modo como equilibra posibilismo, flexibilidad y rigor científico, la Constitución de 2012 es popularmente conocida como "La Juana", pues se redactó en una playa de Cádiz una noche de hogueras de solsticio. Con el paso de los siglos, la Juana sigue siendo objeto de admiración entre sus estudiosos y de estudio entre sus admiradores. He aquí reproducidos sus ya clásicos Cinco Artículos, "los juanillos", que hasta las cucarachas aprenden de memoria en las escuelas:
1. España se constituye en un Estado de geografía variable, cuyas fronteras, soberanía nacional y forma política dependen del cauce de los ríos y del régimen de lluvias.
2. Cualquier región, provincia, ayuntamiento, distrito, parque natural o comunidad de propietarios de España puede independizarse del Estado si así lo deciden sus respectivos pueblos soberanos por unanimidad, previo aviso y ateniéndose a las consecuencias.
3. La lengua oficial del Estado es el resultado de la suma de todas las lenguas habladas y escritas por sus ciudadanos escolarizados, más la suma del cuadrado de los catetos. Al menos un ciudadano español, aquel que pueda, tiene el deber de conocerla.
4. Todo ciudadano español sumergido en un fluido ha de experimentar un empuje vertical y hacia arriba igual al peso de fluido desalojado. Los extranjeros sumergidos en fluidos jurisdiccionales españoles experimentarán lo que en su momento determinen los tratados y la ley.
5. Todo ciudadano español, por el hecho de serlo, tiene derecho a una trompeta y a un embudo, si bien el Estado se reserva a su vez el derecho de negarle lo uno o lo otro, o de sustituir ambos por unas castañuelas.
El calor acelera los procesos mientras ralentiza las coreografías dotándolas de gravedad lunar, de luces y texturas subacuáticas, de calidad de siesta y de sombrero.
El calor dispensa vida y suerte, es preciso, injusto e infinito. Calor exacto que expande y reenamora este universo, oculto en las entrañas de las llamas y en las gárgolas de heladas ecuaciones.
Pero el calor más exacto no lo he visto en las arenas ni en las matemáticas, ni en los termómetros de los altos hornos, ni en los astros ni siquiera en los reptiles...
"Mátame, por favor", me suplicabas. "Mátame, ¿no ves que ya he acabado?" Y te miraba un niño empezadito con los ojos de gato, de un insecto, curiosidad intensa y congelada a punto de cesar súbitamente sin dejar rastro.
"Mátame de una vez", me repetías. Al recordar ya casi lo comprendo. Auroras persistiendo indiferentes, paisajes obstinados en sus rocas, las ciencias con sus ojos y sus nimbos, la boga sosegada de los cirros, el agua concretando las cenizas, el limbo negociando los rastrojos, la inocuidad total de los sucesos, de las deudas colgantes de las casas.
Es egoísta la vida como un gato y apenas deja rastro. El universo tan ensimismado y tú pidiendo muerte y yo como un insecto de tan niño.
“Pues los dioses obran sin esfuerzo desde sus altos tronos sagrados.” (ESQUILO, Las Suplicantes)
Los dioses son los dioses. Tú, a lo sumo, puedes llegar a titán, pero prepárate a sudar la gota fría. Y si además tu destino es el de Sísifo el travieso, ya puedes hacerte a la idea de que el encargado acabará echándote de la obra. Los demiurgos suelen ser exigentes e implacables, y más desde que la obsesión por la productividad y la flexibilidad laboral han alcanzado niveles olímpicos.
La gran felicidad es redonda y flota, absorbe la música de las galaxias e irradia todo cuanto vibra de hermosura. Es intempestiva y mana sin cesar del ombligo de los relojes cósmicos, eternidad suspendida y el infinito en un punto.
Su grandísimo secreto se revela y se oculta como un guiño conforme traspasa el corazón de los benditos entre la turba de animales partidos. Por eso los grandes felices se miran, se acercan y se entregan, nada resulta extraño a su juego sin fatigas, ni la magia ni los cuidados jardines de la lógica y de la matemática ni los arrabales de la patafísica. En ellos todo fluye alegremente como si no pudiera ser de otro modo.
Pero la gran felicidad sólo atraviesa espíritus enteros como los niños, los delfines y algunos otros seres alados, los únicos capaces de instalarse en el presente absoluto desde el mismo centro del universo. A los demás, alienígenas extraviados, sapos y pollos sin cabeza, apenas nos caben las felicidades pequeñas que sentimos, yendo y viniéndonos como reverberaciones del olvido, y acaso como heraldos intermitentes del futuro reencuentro inevitable.
“He oído decir a algunas señoras que a España es peligroso ir.” (A. GANIVET, Cartas finlandesas)
Eran sin duda otros tiempos: había Señoras, había Españas. Ahora todo es más complicado, lo cual no deja de ser una ventaja, tal como está el turismo de masas. No obstante, conviene puntualizar, ya de paso, que visitar Finlandia en aquellos días tampoco era recomendable salvo en casos de estricta necesidad, y aun así bien armados hasta los dientes y siempre de negro hasta los pies vestidos. Y con calzones largos. Como un rey o una dama españoles. Que se notara quién mandaba en el tablero.
En la era remota y ya olvidada de los grandes fuegos brotaron de unas mieles mundos machos, guerreros y cantores. Reinaba el rey Abejo sus milenios en las antiguas colmenas rodeado de un ejército de soldados libadores, arquitectos, alquimistas y un sinfín de obreros golositos. Las hembras se ocupaban de las larvas y las celdas, plegadas sus alas mudas y sus vientres en apática espera de otras mieles más fecundas.
Pero tanto vuela el tiempo de las especies rápidas que en la Melisfera mudaron las querencias, los remedios, las costumbres. Y la inconmovible Naturaleza, al sentir que Ellos se volvían prescindibles, los fue trocando por Ellas.
Así hasta el día en que el último rey macho dictó para sí mismo su epitafio: “La vanidad ajena nos es insoportable: ¡nuestra propia vanidad no la tolera!”. Desde entonces reinó la reina Abeja en las colmenas nuevas, el diapasón de las hembras resonando por millones. Hoy apenas desafinan los hexágonos unos cuantos zánganos zumbones de vida breve, ligera y por completo dedicada a la más incandescente pasión de la existencia.
Sin mortificarse, juanmartines, nalbandianes, chuchos desmayados. Sin sobrarse, felicianos. Al contrario. Que somos hermanos, che. De historia, de genes, de lengua, de vicios y virtudes y hasta de admiraciones mutuas, coño. Cada uno en su calzón, rivales pero fraternos, a ver si nos damos cuenta de que si no nos queremos y apoyamos entre nosotros, no hay ni habrá quien nos dé bola. Ya basta de ser boludos, collons. Y si hemos de serlo por fuerza, que todo quede en familia.
Quien tenga oídos, que oiga, acá en aquesta pell de brau y plus ultra a través del espejo de la mar océana.
“No hace el numen el que lo dora, sino el que lo adora.” (B. GRACIÁN, Oráculo Manual y Arte de Prudencia)
Ya no tienes edad para ser fan. Repítetelo hasta convencerte, tengas la edad que tengas. Pero vamos, que te quede bien clarito. Como mucho, confórmate con ser admirador sereno de la belleza interior del numen en cuestión, de cuya belleza exterior tienes vedado otro disfrute que el de su eventual contemplación mística. Deja que te inspire. Deja que te expire. Y sobre todo, nada de grititos.
No me despierta la luz ni el canto de los pájaros mientras transito en sueños por las catacumbas del secreto. Son unas carcajadas de gaviota las que me devuelven violentamente al agujero en virtud de la ley gravísima de las manzanas.
Así que sigo solo y renegrido en mi mazmorra, mas yo también me río como un demiurgo preso y loco, como el enano de Lagerkvist, esperando a que el amo me extrañe y me libere. Sí: quien espera desespera, quien se frena se desenfrena. Pero la risa es más ligera que el aire y flota sin ton ni son. Gas hilarante y risa gaseosa. Anestesia y catarsis.
Cómo no reír si todo es una broma... La piedra y la negrura. Las ratas, las nubes, las coles y las cumbres de Bruselas. El amor y la muerte y las sardinas. Por eso se tronchan las ásperas gaviotas cuando desayunan en la orilla su carroña. Por eso yo me troncho y me atraganto royendo el grave corazón de una manzana.
He aquí un blog indispensable y un hombre necesario: "Els enigmes musicals", de David Puertas. El David, polifacético monomaníaco y, cosas de la vida, profesor de música en el IES Can Puig de San Pere de Ribes (Barcelona), se inventa un espacio de curiosidades musicales dedicado principalmente a los alumnos de secundaria (es decir, prácticamente toda la ciudadanía occidental, en su perpetua, alegre y torturada adolescencia). Atención también a sus sidokus, sus diagons y cualquier cosa que brote de tan benéfica personalidad con barba y con flautines.
Por cierto: el blog está en catalán. Mejor todavía.
La materia ni se crea ni se destruye: sólo se incendia y así transforma la furia en grito y el odio en llama, en aire caliente que se eleva hasta condensarse en las alas de los aviones y caer. Y caer convertido en alguna forma sólida o grave de materia inflamable y de sangre de lanza en el costado.
Por eso arden los coches y los barrios y ardiendo tú también transformas con las manos la materia, doblas el hierro, a gritos lo sometes. Fuegos prendes con los dedos. Con los puños y los codos, barricadas. Reencarnas con tu furia el aire en hierro, la lluvia en millones de martillos, la resistencia en calor de primavera.
Por eso otra vez la llama, por eso el viento caliente que se eleva hasta condensarse en los picos de los pájaros y caer. Y caer convertido en odio helado, imprescindible para que todo gire y el crimen se cometa. Para que palpite eternamente la venganza. El odio ni se apaga ni se consume: sólo se condensa.
Dramas de todos, dramas del mundo por los que darnos el pésame como si nos pesara. Yo te acompaño tú me acompañas en el sentimiento de estar dolidos un rato, el rato en que toca dolerse cada cual de su molécula de duelo tan viva tan breve tan sentida como la vida misma de los otros, que no somos nadie por fuera un poquito.
Palidez de las mareas o arreboles de pasión en los estadios, tanto nos da si apenas son dramas del mundo, dramas de todos que allí donde la vida misma es mucho y siempre va por dentro, allá en la entraña de las dentelladas, sólo son dramas de nadie.
A vista de rana percibo el temblor de la tierra, la frondosidad de la charca, preso del ángulo desde donde parece infinito lo pequeño y admirable la disciplina arquitectónica del hormiguero.
A vista de hombre me concentro en el olor y en la música de los cuerpos, en el tacto y los desastres de la guerra, en el crujido de las flores secas bajo el paso de mis pies, de las horas y los años, en el aleteo de una mariposa y un tornado, en un paisaje vertical sin sol ni sombra.
A vista de águila se me enrarece el aire, la gravedad titubea y la escala recompone mi dibujo fundiendo detalles, restando vanidades e importancias. Abajo se distinguen dos corderos; arriba, el humo de mi memoria sorbida por la troposfera.
A vista de estrella se me detiene el tiempo, absoluta quietud, velocidades máximas. El verbo se suspende en un calderón helado sin pasiones que embistan, sin estelas, sin recuerdos. Allí ya llego solo, risueño, casi eterno, frente a los campos de luz que prevalecen tras la última frontera de la conciencia.
Pura Salceda, niña querida de este espejo, presentó alegremente sus nuevos poemas, editados por Sial, el 12-N en el Ateneu de Barcelona. Nueva oportunidad el 3-D en el Ateneo de Madrid. Habrá quien se lo pierda, pero avisado queda.
(Cuando se secan los mares y se paran las turbinas flota Pura en las salinas con melena de lunares.)
Iguales como dos gotitas de agua, como tres gotas, como siete mares, como las botas de los militares, como un millón de niñas vietnamitas al padre y a su madre clavaditas, como los templos y los lupanares.
Iguales como dos ratitas viejas, como vecinos, como portavoces con las verdades siempre por delante y detrás las mentiras huerfanitas, como gotas de té, como dos coces la cima de la ciencia y las ovejas.
Igual que para ayer para mañana, siete esferas iguales y una danza, idéntico el afán y el objetivo, el infierno y la gloria del olivo, la cabeza apoyada en las caderas, los pies sobre la punta de una lanza.
“Sólo sabe ser amigo quien ser enemigo sabe.” (J. RUIZ DE ALARCÓN, La crueldad por el honor)
No hace falta que sigas un máster en cultivo y cuidado de enemistades para afianzar tus amistades más nobles y duraderas. Piensa, eso sí, en las ventajas que obtendrías si ganaras a tus adversarios para tu causa, y en la forma de hacer esto posible. No todo el mundo sabe lo cerca que está el odio bien gestionado del sexo en grupo.
“La indignación del pueblo maltratado pone armas en la mano del noble.” (D. HURTADO DE MENDOZA, Diálogo entre Caronte y el alma de Farnesio)
Si te sientes pueblo indignado, no te fíes de la mano del noble. Y si te sientes mano de noble, deja que el pueblo se busque la vida en las comisarías y en los juzgados, y tú quédate en palacio junto a la chimenea encendida, atizando a lo sumo el fuego.
“La fe que un enojo muda, fe no muy segura fue.” (M. SÁNCHEZ, La guarda cuidadosa)
Nada que un mal momento derrumbe puede ser muy sólido, a no ser que el momento sea excepcionalmente monstruoso. Por lo demás, poco llevamos dentro de indestructible, de irrenunciable, de esencial. Si acaso, algún que otro vicio. Al fin y al cabo, debes más a tus vicios que a tu fe.
Bruce Willis, el Resines yanki, suele interpretar papeles con un pasado espeso y tortuoso, se diría que escritos a medida para permitirle que se tire casi toda la película sin abrir la boca ni torcer el gesto, ya de suyo medio torcido.
El caso es que no me desagrada del todo. O dicho de otra forma menos equívoca: me desagrada, pero no del todo. Como Resines.
El viento nocturno barre los últimos cardos de la dehesa ante la mirada obtusa de un ternero. La luna desparramada tras las nubes cuaja los campos y las maquinitas. Un avión seca la noche, una sábana se empapa de bocados y nada perturba la cadencia de los avatares, ni siquiera mi rebuzno cartesiano.
Desde la cruz observo a mis androides bailar las geometrías del calvario enroscándose las piernas con los brazos para emular la condición humana. Pero no existe una emoción que de veras les despeine como tampoco conmueve mi mirada a las vacas ni a los vientos ni a los cables.
Está claro: soy un necio. Mis orejas y mi cola me delatan. Y con otros bichos raros me complazco en cantaros al oído que algo acaba. ¿Esta tormenta? ¿La noche? ¿La epopeya? Poco importa que así fuere: nuestras sombras confluirán de nuevo sin motivo y sin remedio, brazos abiertos, piernas cruzadas, cardos volantes, tal como cabe deducir de las ecuaciones que describen el devenir vacuno y cableado de los autómatas.
Considerando que los peces de aguas dulces y saladas son animales perplejos, y que en los orígenes todos fuimos acuáticos, los amigos de los peces proclamamos lo siguiente, como ideal común por el que habremos de esforzarnos y, llegado el caso, pedir cuentas con un arpón en cada mano:
1. Sea óseo, cartilaginoso o ciclóstomo, todo pez tiene derecho a hacer burbujas en el agua.
2. Queda abolida la esclavitud de los peces. Ningún pez podrá nacer en cautividad, excepto si se trata de un dibujo animado. Se desmantelarán las piscifactorías y se vaciarán las peceras. Se romperán las redes y las cañas, la palabra "pescado" será considerada insultante y las latas de conserva se venerarán como reliquias del holocausto.
3. Los peces abisales, guapos no son, pero dado que soportan grandes presiones y nombres tan raros como "linofrino" y "chiasmodón", los poderes públicos harán lo imposible por quitarles un peso de encima. Los peces de colores, listos no son, pero su libertad de pensamiento metafísico habrá de ser salvaguardada por Poseidón y sus tritones.
4. Toda sardina tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacífica, pero ningún salmón podrá ser obligado a pertenecer a un club de boquerones.
5. La cultura y las tradiciones subacuáticas deberán ser protegidas, de forma que el pez grande pueda seguir comiéndose al chico, y a los pececillos de la mar salada no les falte rico placton. Las migas de pan se destinarán en exclusiva a los patos.
6. Ballenas, delfines, pecios y hombres rana no serán considerados peces bajo ningún concepto, salvo si ellos, por propia voluntad libremente expresada, así lo desearan.
El Esperado, el Elegido, muy pronto el Ungido. El Negro, como la Moreneta. Aquel que dará respuesta a todas las plegarias del mundo, que traerá una nueva estabilidad económica, política, climática, que escribirá un final feliz a los dramas del racismo, el hambre, la malaria, las mujeres maltratadas, el trasvase del Tajo. El lobo pacerá con el cordero y el imam con el obispo, los talibanes se harán feministas, los banqueros, filántropos manirrotos, y puestos a cumplir imposibles, el Atleti ganará la Liga.
Y esto cuando ya nadie en su sano juicio creía que un político pudiera cambiar el mundo ni, lo que es más difícil, el establishment del poder. Ni, lo que ya es del todo ilusorio, la naturaleza humana. Pero se ve que los asuntos mundanos van reventando las alertas de seguridad que configuran, del verde al rojo, la desconfianza suspicaz, el escepticismo total y la desesperación casi absoluta.
Se ve, pues, que hemos llegado a la situación propicia para sustituir ese supuesto sano juicio por la compra de lotería, toca seguro; por la fe adolescente en el poder del anillo; por las profecías, ya socialdemócrata, ya neoliberal (y cínicas tal para cual), que anuncian distintas suertes de ecumenismo universal. Tertulias, columnas y fronstispicos abundan en comentarios expertos sobre el "efecto psicológico", como si en un último acto indisimulable de cordura reconocieran que Obama es un placebo. Mas el coro ya anda cantando la Nueva Era, y hasta McCain parece aliviado con su derrota.
Demasiadas expectativas, ¡oh, Hijo del Milenio! Más dura será tu caída si todo resulta ser otro sueño, otro espejismo en el desierto de Judea. Descolgado brutalmente de una cruz, tal vez ardiendo, como en un delirio de El Bosco sin la piedad de Van der Weyden ni de José de Arimatea. Ojalá que el Padre no te abandone esta vez.
Por eso, y en lugar de pedirle tanto, alcemos desde las provincias más palurdas y agradecidas del Imperio una oración sin ánimo de lucro por Obama de Nazaret, Kenia, Honolulu, Chicago. Y de paso recemos por nosotros mismos, juntos como hermanos. Mientras tanto, en los templos se siguen admitiendo apuestas y donaciones. Que para eso están, alabado sea Dios.
En un café de mesitas de mármol, sillas de madera crujiente, tostaditas, paredes amarillas, medias voces, pianola, licores, ceniceros. Donde escriben los artistas sobre la vida de artista. El café que te propone sus motivos. Prosa o verso, al fin y al cabo, de circunstancias. Miras una grieta en la pintura y divagas sobre paraísos perdidos en el mar de la tranquilidad o la locura. Sobre cualquier cosa, sobre los neutrinos. En un café de chinitas yo mismo podría escribir los versos más tristes una noche, pero no me da la gana.
También puedo irme a un Starbucks, donde los temas y las circunstancias son distintos: versos de Blackberry, prosa de Nokia, y además sin ceniceros. Podría escribir allí las notas de agenda más tristes otra noche, pero no me da la gana. Si el medio es el mensaje, lo esencial está en otro sitio.
Lo esencial está junto al diafragma, en el centro del universo, en el delgado nervio que distingue el éxtasis del amor absoluto de la náusea que provoca una arcada.
"¿Por qué dices que Mozart es eterno?", me pregunta mi hijo pequeño. "Porque soy así de cursi", le digo yo. Gracias a mi querido hombre muy lento por este regalo. Gracias a la vida que me ha dado tanto.
"El escritor que no escribe es, de hecho, un monstruo merodeando por la locura", dijo mi prima. Como el hambriento que no come o el macho en celo que no copula. Y el escritor que escribe y no publica, ¿qué es, por dónde merodea? ¿Y si publica y nadie lo lee? ¿Y el escritor de éxito? En realidad, a quién le importa lo que sea un escritor, un músico, una modista, una aspirina, escriba o no escriba. Nadie deja de merodear por la dicha, la muerte o la locura, ni falta que hace. Lo que importa es que la frase de mi prima es de Kafka.
"Más vale tener salud, y con salud alegría / que ser la Reina de España y tener melancolía", dijo mi abuela. No sé de quién será esta copla.
Quizá la cara no sea el reflejo del alma, pero he comprobado a menudo que rostros similares reflejan almas gemelas.
Por cierto, con las caras pasa lo mismo que se dice de las metáforas: son limitadas. Yo empiezo a sentir que las he visto todas, que todo el mundo se me parece a alguien, que estoy como viviendo en China. El futuro ya no es rojo ni azul, y menos aún verde: es amarillo, como el desierto de Gobi, y todo a un euro que casi nadie tenga.
Isao Iinuma, una canción japonesa de Frankanfurter (1991), inspirada y luego expirada en el protagonista de "Caballos desbocados", del loco de Mishima.
Uno se acostumbra a ser un asesino como uno se acostumbra a las campanas. A merodear camuflado por las nubes con la gorrita rebosante de rutinas, una navaja y un aipod en los bolsillos.
Niebla templada, viento del sur. Olor a rescoldos de la lumbre, olor a escuela recién abandonada. Zumba el abejorro de la primavera, la cigüeña vuela en círculo sobre las ruinas de la ermita mientras decide si entregar al niño y llevarse a alguien a cambio por no volver de vacío al nido.
Uno se acostumbra a las cigüeñas como uno se apacigua en los rescoldos. La tormenta flota en círculo mientras decide si lanzar un rayo sobre la torre del campanario. Uno se acostumbra a las tormentas y así, ya conforme con los truenos, se va también uno acostumbrando sin remedio a ser asesinado.
Lou Reed canta alegremente su canción, inspirada en el atentado que sufrió Andy Warhol, a quien los dioses tengan en su gloria. Pertenece al álbum "Transformer" (1973), producido (gracias a los mismos dioses) por Mick Ronson y David Bowie, por este orden, dígase lo que se diga.
Por cierto, para quien no lo sepa, al adolescente Lou le aplicaron electroshocks con la venia de sus padres para intentar redimirle de la homosexualidad.
Tal como la Hormiga Reina reina pero no gobierna, el ciudadano que expide voto, vota, no decide. Clama al cielo en la taberna, pone a dios por estrambote, canas del bigote peina, y anarquista el que no vote.
Tal como el Rey de la Selva ruge, devora y descansa, el machito pastelero ruge y se le ve el plumero. Mucha melva y poca nansa, si la leona se amansa el león sólo es cordero.
Tal como mandan las modas la belleza es sospechosa. Es la mentira evangelio, mantra, anuncio, decibelio. De pura bondad soy tonto y de malo tanto monto. Pues ser bueno es otra cosa en este mundo al revés, los divorcios son las bodas, y el hombre que más se precie, el orgullo de su especie, perezoso como un mulo descansando del estrés, lleva la calva en el culo y el peluquín en los pies.
En el hotel de Tokyo hay un jardín peinado donde reposan los guijarros de la guerra. Todo se ve claro y distinto ya sin serlo: un corazón, un asteroide, una navaja, el sol, la civilización y la barbarie.
Oigo al afilador cuando me afeito. Oigo la arena, oigo relojes y rastrillos. Oigo nadar a un hombre en el tejado. Oigo bailar mujeres en sus casas.
Y sin embargo yo estoy sordo,
una gran tapia blanca lo confirma.
Y sin embargo yo te escucho y no te encuentro ni en las luces que se cuelan por las puertas ni en los rastros de los hormigueros ni en el punto de fuga de los pasitos quietos.
Y yo no sé por qué razón, pero te extraño. No que te extrañe todavía, sino ahora. Todavía es temprano ahora que da igual, que se acabó la guerra.
Todas las cosas son pequeñas
si llegan tarde.
Que sordo estoy como un guijarro ya sin serlo pues he probado que no tengo corazón. Oigo relojes dentro y voces fuera
y siento los rastrillos en la arena.
Los asteroides ya repeinan el jardín, no sé por qué razón, con sus navajas
y siento los rastrillos en la espalda.
En el hotel de Tokyo todo de ti se sabe pero claro y distinto es que te extraño.