A vista de rana percibo el temblor de la tierra,
la frondosidad de la charca, preso del ángulo
desde donde parece infinito lo pequeño
y admirable la disciplina arquitectónica
del hormiguero.
A vista de hombre me concentro en el olor
y en la música de los cuerpos, en el tacto
y los desastres de la guerra, en el crujido
de las flores secas bajo el paso
de mis pies, de las horas y los años,
en el aleteo de una mariposa y un tornado,
en un paisaje vertical sin sol ni sombra.
A vista de águila se me enrarece el aire,
la gravedad titubea y la escala recompone mi dibujo
fundiendo detalles, restando vanidades e importancias.
Abajo se distinguen dos corderos; arriba, el humo
de mi memoria sorbida por la troposfera.
A vista de estrella se me detiene el tiempo,
absoluta quietud, velocidades máximas.
El verbo se suspende en un calderón helado
sin pasiones que embistan, sin estelas, sin recuerdos.
Allí ya llego solo, risueño, casi eterno,
frente a los campos de luz que prevalecen
tras la última frontera de la conciencia.
lunes, 17 de noviembre de 2008
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2 comentarios:
Qué placer tan incomparable es leerte, será que lo hago a vista miope
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos repitiéronle:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos lo hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazo al primer hombre; echóse a andar...
Considero en frio, Frankie, nada imparcialmente, que naciste pequeñito, y me alegra ver como has crecido.
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