martes, 9 de diciembre de 2008

SABER Y JUGAR




EL BARÇA
El FC Barcelona SABE A LO QUE JUEGA. Así que juega a lo que sabe. Por eso, y con sus Messis y Pavones (Messi también es un pavón), empequeñece a los demás equipos. Contra el Barça, todos parecen menos de lo que son, y hasta más bajitos. Véase el Valencia, recuérdese el Sevilla. En el Barça la toca bien hasta el masajista, dicho sea sin ánimo de perturbar el horario infantil. Desde la pretemporada, no ha habido un solo encuentro en que no haya dominado por completo el juego. Además ha ganado casi todos los partidos, pero esto, sin ser poco, no es lo fundamental, a saber: el ánimo, la asunción de su superioridad, la divina proporción al combinar el poderío físico y el virtuosismo de sus jugadores, la existencia de un plan que permite actuar aparentemente de memoria al margen del resultado, del campo, de los futbolistas alineados. La potra de Laporta, la gola de Guardiola.

Larga va siendo la racha del Barcelona, hasta el punto que ahora parece imposible imaginarlo bloqueado, frágil, a remolque. Ahora bien, ya sabemos lo efímera que puede ser la gloria, tanto como las alineaciones de planetas, el nimbo de la luna en un eclipse y la confluencia de factores que hacen posible una magia como la que exhibe esta compañía de ballet contemporáneo sobre los tres cuartos de hectárea verde. Este Barça también se extinguirá en cualquier momento, pero hoy todavía mueve Xavi su varita y una coreografía precisa y deslumbrante despliega alegre su esplendor en la hierba. Los comparsas, a mirar y a cuidarse de que la sobredosis de magia no les deje pasmados y aplaudiendo, árbitro y linieres incluidos.



EL MADRID
Algo muy distinto sucede en el Real Madrid: NO SABE A LO QUE JUEGA. Sus futbolistas se hartan a correr como desesperados, que no se diga que no luchan, que carecen de orgullo o de compromiso o de otras mandangas que sólo a veces, pocas, vienen al caso. Pero en el fútbol, por suerte, once maradonas no forman necesariamente un buen equipo (aunque sí un buen cártel colombiano). Para esto, ha de haber una voluntad de equipo y un ambiente de autoestima y confianza que traslade calidades individuales y tácticas colectivas al juego. Lo contrario es la inseguridad, el ansia y la desbandada. Guerra de guerrilas, inoperante y suicida a campo abierto. Raúl, Guti y sus empecinados compinches rendirían más en la actual situación si el fútbol se jugase en una tupida arboleda.



EL ATLETI
En cuanto al Club Atlético, nada nuevo bajo el sol: Aguirre SABE A LO QUE NO JUEGA, y el equipo JUEGA A LO QUE NO SABE. Aún así, hace jugadas, que no es lo mismo. Jugadas por activa o por pasiva, pésimas o sublimes. Fiel a su propia dramaturgia más que a las leyes del fútbol (que las hay y modulan la incertidumbre y el azar primordiales), el Atlético se entiende mejor como una compañía de teatro griego. Sobre el campo se desenvuelve siempre pendiente del argumento, del resultado actual, dispuesto a dar un nuevo giro a la trama y que no decaiga. Sin embargo, nadie menos libre, nadie más preso de su destino. Imposible de comprender en términos futbolísticos, el Atleti resulta más inteligible si se lee a Esquilo y se aplican esquemas de análisis literario: de este modo, su peripecia se acaba revelando tan diáfana como la de 'Los siete (los once) contra Tebas'.

EPÍLOGO
Esta ha sido la jornada con más dianas (44) desde hacía diez años. Las defensas tiemblan, tres goles de ventaja no son nada. Y la semana que viene, otra ocasión para hacer historia menor: por primera vez en muchos años, superado un tercio de Liga, el Atlético puede adelantar al Real Madrid en la clasificación. Sólo ha de vencer al Betis en casa y que el Barça haga su trabajo. ¿Quién no sospecha lo que va a pasar?