lunes, 23 de marzo de 2009

EL OJO DEL OJO DE HALCÓN




El ojo de halcón es un curioso dispositivo que, mediante la combinación de óptica e informática, determina el bote exacto de una bola de tenis en caso de dudas. El tenis, al contrario que el fútbol, no considera que el factor humano de los árbitros (su falible percepción y su problemática subjetividad) sea una parte inherente del juego, y ha decidido emplear sin grandes alharacas una solución tecnológica para atenuarlo. En el fútbol, lo más osado al respecto parece ser el pinganillo que comunica al árbitro con sus ayudantes: no resuelve error alguno, pero ahorra innecesarios trotes cochineros. Un prodigio que se podría completar con funciones de móvil y mp3 para hacerles más llevaderos algunos partidos soporíferos y de poco pitar.

Pero hablábamos de tenis, deporte más noble. Desde luego, hay tenistas que dudan de la eficacia e incluso de la pertinencia de semejante ojo, sobre todo cuando éste confirma una decisión contraria a sus intereses. Pero en general, existe un consenso suficiente para aceptar que sea su precisa mirada la última que examine las líneas.

El consenso, condición necesaria de todo arbitraje, exige no sólo asumir la supuesta y deseable infalibilidad del procedimiento, sino sobre todo reconocer en éste una imparcialidad a prueba de dudas. El halcón verá mejor o peor, pero no va con nadie. Esa es su virtud, esa es la razón de que se acaten sus decisiones, con alegría o sin ella y maricón el que no bote.

Ahora bien, hoy por hoy, detrás de una gran máquina siempre hay un gran merluzo, un ser con ojos y nervios bajo sospecha. Y cuando vence la paranoia, cabe pensar que se alzarán voces proponiendo vigilar a quien vigila al vigilante. De todo ha de haber en la pista del Señor, pero para tanto lío mejor nos arbitramos solos, como en el recreo.

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