sábado, 14 de marzo de 2009
LAS OVEJAS DEL REY
Se abre el telón y bajo la lluvia de abril
mil quinientos niños de la escuela de Adolf Fredrik
cantan su canción a las ovejas del rey,
reunidas en el prado para tan solemne ocasión
con las orejas atentas y lanudas.
Los rebaños reales y los niños cantarinos,
devotos melómanos por raza y tradición,
gozan de derecho a cantar y a que les canten
como se reconoce tácitamente en la Paz de Westfalia.
Y mientras sigan despegando generaciones
de niños y corderos, allí la canción será cantada
y templará borrascas elevándose sobre las cumbres,
los cóndores, los ufos y los globos sonda
hasta diluirse en los ricos pastos de la estratosfera.
Ojalá todos los asuntos del mundo se ordenaran
de modo tan cabal y armónico. Pero nuestros madrigales
no acallan los balidos y las primaveras se consagran
a estacazos. Razas sordas, tradiciones insensatas,
tempestad y sol de suplicio: la tierra se resquebraja,
nos parte y nos separa. No nos dimos cuenta,
y en el descuido
nos dejaron sin canción,
nos quedamos sin prado.
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