martes, 23 de diciembre de 2008
BEETHOVEN, ÉL SÍ, UN HOMBRE
La fuga de la descomunal 'Hammerklavier' (1818), o cómo la severidad de la forma arcaizante se proyecta hacia el futuro como una penúltima lección a las vanguardias por venir. Música inconcebible, concebida por un sordo. Un hombre, este sí. El más noble, el más valiente, el que robó el fuego de los dioses. Prometeo, Ludwig van, el pequeño Español Negro.
El piano que da título a la sonata, un robusto prototipo regalado al compositor por su constructor inglés, Broadwood, acabó años más tarde en casa de Franz Liszt. El húngaro, a la sazón mejor pianista del mundo (él demostraría que esta sonata era "ejecutable"), atesoró pero nunca tocó este legendario instrumento: "No soy digno de posar mis manos sobre las teclas que pulsaba el maestro".
Sonata nº 29 en si bemol mayor, op. 106, 'Große Sonate für das Hammerklavier'. (Alfred Brendel)
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1 comentario:
Perfecto para una tarde de invierno.
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